Al lector

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sábado, 6 de agosto de 2011

Anécdotas y dichos de Borges

Borges firma ejemplares en una librería del Centro.
Un joven se acerca con Ficciones y le dice:
-”Maestro, usted es inmortal”.
Borges le contesta:
-Vamos, hombre. No hay por qué ser tan pesimista.

Roma, 1981. Conferencia de prensa en un hotel de la Via Veneto.
Además de periodistas, están presentes Bernardo Bertolucci y Franco María Ricci.
Borges, inspirado, destila ingenio.
Llega la última pregunta.
-¿A qué atribuye que todavía no le hayan otorgado el Premio Nóbel de Literatura?'
- A la sabiduría sueca.

El escritor argentino Héctor Bianciotti recuerda una de las tantas salidas elegantes de Borges, cuando le incomodaban los halagos de la gente: Ocurre en París, en un estudio de televisión.
-'¿Usted se da cuenta de que es uno de los grandes escritores del siglo?', lo interrogan.
-'Es que este', evalúa Borges, 'ha sido un siglo muy mediocre'.

Una mañana de octubre de 1967, Borges está al frente de su clase de literatura inglesa.
Un estudiante entra y lo interrumpe para anunciar la muerte del Che Guevara y la inmediata suspensión de las clases para rendirle un homenaje. Borges contesta que el homenaje seguramente puede esperar.
Clima tenso.
El estudiante insiste: “Tiene que ser ahora y usted se va”.
Borges no se resigna y grita:
-No me voy nada. Y si usted es tan guapo, venga a sacarme del escritorio.
El estudiante amenaza con cortar la luz.
-He tomado la precaución -retruca Borges- de ser ciego esperando este momento.

Una revista de actualidad reúne a Borges con el director técnico César Luis Menotti. 'Qué raro, ¿no? Un hombre inteligente y se empeña en hablar de fútbol todo el tiempo', comenta Borges más tarde.

El 10 de marzo de 1978, en la Feria del Libro, Borges se cruza con un escritor al que quiere y respeta, Manuel Mujica Lainez.Se abrazan e inician una conversación que es interrumpida una y otra vez por los cazadores compulsivos de firmas.
-A veces -se queja Borges- pienso que cuando me muera mis libros más cotizados serán aquellos que no lleven mi autógrafo.

En 1975, a los 99 años, muere Leonor Acevedo de Borges, madre del escritor. En el velorio, una mujer da el pésame a Borges y comenta: 'Peeero...pobre Leonorcita, morirse tan poquito antes de cumplir los 100 años.
Si hubiera esperado un poquito más...
Borges le dice:
-Veo, señora, que es usted devota del sistema decimal.

Borges y un escritor joven debatiendo sobre literatura y otros temas.
El escritor joven le dice:
Y bueno, en política no vamos a estar de acuerdo, maestro, porque yo soy peronista.
Borges contestó:
¿Cómo que no?... Yo también soy ciego.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Alfonso X

- ¡Por Dios! - exclamó casi fuera de sí. El sabio rey no podía creer lo que estaba sucediendo.
Alfonso X, imposibilitado de leer otro de los manuscritos que había llegado hasta sus manos, apretó la hoja con firmeza intentando decifrar el arcano preso en el papel.
- La ansiedad Nos carcome. ¡Guardias, traed al mensajero!
El monarca giró sobre sus talones y se dirigió hacia la mesa. Colocó el texto dentro de un sobre, tomo el lacre y cerró el tesoro con su anillo.
...
- Aquí estoy, Su Majestad - resonó la voz del otro lado de la sala. Un joven en reverencia era el dueño de aquel saludo respetuoso.
- Está bien, levántate - dijo el rey. Escucha bien cada una de nuestras palabras, porque de estas instrucciones dependerá tu vida. Debes llevar este sobre hasta Toledo. Sabes que allí funciona nuestra escuela de traductores y tanto ellos como Nos valoramos la importancia suprema de este texto. El camino es arduo pero no imposible. De ningún modo deberás extraviar este documento ni dejar que caiga en manos ajenas. Es de vital importancia, repito, que el texto llegue a buen término, pues de él tal vez dependa el futuro de nuestra corona e inclusive, tu propia vida.
- Así se hará, vuesa merced - dijo el súbdito.
- Dios te ilumine...-. Las palabras cayeron de sus labios, anhelantes.


El viento soplaba suave en toda la comarca. El trote hueco del corcel avisaba al camino que un hombre se acercaba. Algunas nubes adoselaban la bóveda bajo la cual, jinete y manuscrito, recorrían la distancia que los separaban de su traductor.
Lo cierto es que el joven mensajero debió cabalgar durante algunos días. Vadear ríos, huír de ladrones y cruzar algunas aldeas, fueron cosa corriente durante aquel periplo. En más de una ocasión el peligro mostró su rostro al valeroso mensajero que supo, como le había pedido su rey, defender con su vida la valiosa carga de papel.
Toledo lo recibió cálidamente. El clima benévolo al entrar a la ciudad, pareció coronar la dicha de su llegada matutina. Sin demorarse, el joven dirigió su cabalgadura hacia su destino. Una vez llegado a la puerta del Alcázar, un monje pequeño y arrugado recibió en mano el preciado documento.
- Esperaré por la traducción - sentenció con voz firme el mensajero.

Cuando la copia estuvo lista, al final del día, el mismo monje que lo había recibido se acercó con dos pergaminos y se los entregó al joven. Éste se despidió agradecido, montó su caballo y pensó en la salida.
Ya lejos de allí, preso de una profunda curiosidad, decidió leer el nuevo (¿nuevo?) manuscrito. Fue entonces que lo desenrrolló y leyó en frescas letras:
" Alfonso X no podía creer lo que estaba sucediendo"...

Suerte

Levantó pensativo la mirada sobre las cartas que le habían tocado jugar. Detrás de ellas, torvos, se asomaban los rostros de los tres acostumbrados compañeros de juego, empañados ahora por una espesa nube de tabaco que se elevaba en caprichosos espirales.
Miró nuevamente los naipes, como buscando algún hechizo que los hiciese cambiar, mutar a formas más afortunadas. Las reinas de diamante y corazón lo observaban hieráticas desde su prisión de cartón, y estaban acompañadas en esta mano por otros números disímiles.
Hacía rato que Fortuna lo había abandonado. Lanzó sus cartas con desprecio sobre la mesa. -No voy- se limitó a decir.
Había perdido todo aquella noche: las antiguas deudas cobradas, el dinero que llevaba y hasta el que aún no tenía...
Fue entonces cuando tomó aquella decisión:
-Ma' sí... La juego.
Los otros tres se miraron, como cosa normal. Se repartieron las cartas y las muecas. Todos cantaron menos él, que se vio perder una vez más. Resuelto, y vislumbrando su destino inamovible, se puso de pie:
-He perdido, señores demonios. Mi alma es suya.

Barro y altura

Coya soy, barro y altura,
hijo mismo de la tierra,
nieto del sol y la luna,
vecino de las estrellas.
Herke de nácar y luna,
donde hace polen el sol
para el viento de la puna
se abre la flor del cardón.
Achispado con aloja,
anda el charango de farra,
el bombo va de compadre
y de cuna, la guitarra...

Jaime Torres