Al lector

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viernes, 14 de mayo de 2010

TU TIENES EL RELOJ, YO TENGO EL TIEMPO. Entrevista realizada por Víctor Amela a Moussa Ag Assarid

No sé mi edad: nací en el desierto del Sahara, ¡sin papeles!..
Nací en un campamento nómada tuareg entre Tombuctú y Gao, al norte de Mali. He sido pastor de los camellos, cabras, corderos y vacas de mi padre. Hoy estudio Gestión en la Universidad Montpellier. Estoy soltero. Defiendo a los pastores tuareg. Soy musulmán, sin fanatismo
- ¡Qué turbante tan hermoso...!
- Es una fina tela de algodón: permite tapar la cara en el desierto cuando se levanta arena, y a la vez seguir viendo y respirando a su través.
- Es de un azul bellísimo...
- A los tuareg nos llamaban los hombres azules por esto: la tela destiñe algo y nuestra piel toma tintes azulados...
- ¿Cómo elaboran ese intenso azul añil?
- Con una planta llamada índigo, mezclada con otros pigmentos naturales. El azul, para los tuareg, es el color del mundo.
- ¿Por qué?
- Es el color dominante: el del cielo, el techo de nuestra casa.
- ¿Quiénes son los tuareg?
- Tuareg significa "abandonados", porque somos un viejo pueblo nómada del desierto, solitario, orgulloso: "Señores del Desierto", nos llaman. Nuestra etnia es la amazigh (bereber), y nuestro alfabeto, el tifinagh.
- ¿Cuántos son?
- Unos tres millones, y la mayoría todavía nómadas. Pero la población decrece... "¡Hace falta que un pueblo desaparezca para que sepamos que existía!", denunciaba una vez un sabio: yo lucho por preservar este pueblo.
- ¿A qué se dedican?
- Pastoreamos rebaños de camellos, cabras, corderos, vacas y asnos en un reino de infinito y de silencio...
- ¿De verdad tan silencioso es el desierto?
- Si estás a solas en aquel silencio, oyes el latido de tu propio corazón. No hay mejor lugar para hallarse a uno mismo.
- ¿Qué recuerdos de su niñez en el desierto conserva con mayor nitidez?
- Me despierto con el sol. Ahí están las cabras de mi padre. Ellas nos dan leche y carne, nosotros las llevamos a donde hay agua y hierba... Así hizo mi bisabuelo, y mi abuelo, y mi padre... Y yo. ¡No había otra cosa en el mundo más que eso, y yo era muy feliz en él!
- ¿Sí? No parece muy estimulante. ..
- Mucho. A los siete años ya te dejan alejarte del campamento, para lo que te enseñan las cosas importantes: a olisquear el aire, escuchar, aguzar la vista, orientarte por el sol y las estrellas... Y a dejarte llevar por el camello, si te pierdes: te llevará a donde hay agua.
- Saber eso es valioso, sin duda...
- Allí todo es simple y profundo. Hay muy pocas cosas, ¡y cada una tiene enorme valor!
- Entonces este mundo y aquél son muy diferentes, ¿no?
- Allí, cada pequeña cosa proporciona felicidad. Cada roce es valioso. ¡Sentimos una enorme alegría por el simple hecho de tocarnos, de estar juntos! Allí nadie sueña con llegar a ser, ¡porque cada uno ya es!
- ¿Qué es lo que más le chocó en su primer viaje a Europa?
- Vi correr a la gente por el aeropuerto... ¡En el desierto sólo se corre si viene una tormenta de arena! Me asusté, claro...
- Sólo iban a buscar las maletas, ja, ja...
- Sí, era eso. También vi carteles de chicas desnudas: ¿por qué esa falta de respeto hacia la mujer?, me pregunté... Después, en el hotel Ibis, vi el primer grifo de mi vida: vi correr el agua... y sentí ganas de llorar.
- Qué abundancia, qué derroche, ¿no?
- ¡Todos los días de mi vida habían consistido en buscar agua! Cuando veo las fuentes de adorno aquí y allá, aún sigo sintiendo dentro un dolor tan inmenso...
- ¿Tanto como eso?
- Sí. A principios de los 90 hubo una gran sequía, murieron los animales, caímos enfermos... Yo tendría unos doce años, y mi madre murió... ¡Ella lo era todo para mí! Me contaba historias y me enseñó a contarlas bien. Me enseñó a ser yo mismo.
- ¿Qué pasó con su familia?
- Convencí a mi padre de que me dejase ir a la escuela. Casi cada día yo caminaba quince kilómetros. Hasta que el maestro me dejó una cama para dormir, y una señora me daba de comer al pasar ante su casa... Entendí: mi madre estaba ayudándome...
- ¿De dónde salió esa pasión por la escuela?
- De que un par de años antes había pasado por el campamento el rally París-Dakar, y a una periodista se le cayó un libro de la mochila. Lo recogí y se lo di. Me lo regaló y me habló de aquel libro: El Principito. Y yo me prometí que un día sería capaz de leerlo...
- Y lo logró.
- Sí. Y así fue como logré una beca para estudiar en Francia.
- ¡Un tuareg en la universidad. ..!
- Ah, lo que más añoro aquí es la leche de camella... Y el fuego de leña. Y caminar descalzo sobre la arena cálida. Y las estrellas: allí las miramos cada noche, y cada estrella es distinta de otra, como es distinta cada cabra... Aquí, por la noche, miráis la tele.
- Sí... ¿Qué es lo que peor le parece de aquí?
- Tenéis de todo, pero no os basta. Os quejáis. ¡En Francia se pasan la vida quejándose! Os encadenáis de por vida a un banco, y hay ansia de poseer, frenesí, prisa... En el desierto no hay atascos, ¿y sabe por qué? ¡Porque allí nadie quiere adelantar a nadie!
- Reláteme un momento de felicidad intensa en su lejano desierto.
- Es cada día, dos horas antes de la puesta del sol: baja el calor, y el frío no ha llegado, y hombres y animales regresan lentamente al campamento y sus perfiles se recortan en un cielo rosa, azul, rojo, amarillo, verde...
- Fascinante, desde luego...
- Es un momento mágico... Entramos todos en la tienda y hervimos té. Sentados, en silencio, escuchamos el hervor... La calma nos invade a todos: los latidos del corazón se acompasan al pot-pot del hervor...
- Qué paz...
- Aquí tenéis reloj, allí tenemos tiempo.

sábado, 8 de mayo de 2010

Niño mono: el mito hecho realidad

Viernes 08 de octubre de 1999
La increíble historia de un chico ugandés que fue criado por monos


CANTARÁ CON UN CORO EN GRAN BRETAÑA
A los 3 años lo abandonaron en la selva. Se lo creía muerto, pero vivió 3 años con una manada de monos Lo rescataron en 1991. En su readaptación aprendió a cantar. Ahora tiene 14 años y una voz maravillosa

FANTÁSTICO.
John Ssabunnya, el mito de Tarzán que se convirtió en realidad. (…) Un adolescente ugandés que, tras haber sido criado por monos, cantará en Gran Bretaña. Lo hará como integrante de un coro de 20 chicos africanos, una experiencia que lo ha ayudado a acercarse a la civilización. Probablemente John Ssabunnya, de 14 años, haya presenciado el asesinato de su madre, en 1988. Tenía 3 años cuando fue abandonado en la selva. Su padre desapareció, y en la tribu pensaron que el niño había muerto. El segundo capítulo de la historia (…) ocurrió en 1991, cuando una manada de monos Vervet fastidiaba a un grupo de mujeres que recogía leña en un claro de la selva. Les llamó la atención un simio muy sucio, que chillaba y corría en cuatro patas como los demás, pero sin pelos en el cuerpo. Las mujeres volvieron al poblado con la noticia, y la tribu entera fue al claro para cazarlo. Atado a un árbol, gritaba espantado ante los rostros humanos. Los monos intentaron rescatarlo, y hubo que ahuyentarlos a pedradas. Finalmente fue enviado al orfanato cristiano Kamuzinda, a 160 kilómetros de Kampala, la capital de Uganda, donde viven 1.500 chicos. Un miembro de la tribu lo identificó como el chico que había desaparecido tras la muerte de su madre. Se logró ubicar al padre, pero éste se negó a reconocerlo: John se había acostumbrado a trepar a los árboles y a hacer los mismos gestos que los monos, que lo habían alimentado con frutas, nueces y bayas. Se cree que el padre murió poco después, en la guerra civil. El tercer capítulo de la vida de John fue aún más duro. "Estaba desnutrido, lleno de parásitos y cicatrices, y había olvidado su lengua", relató El País de Madrid, en un anticipo del documental. Estaba deprimido y se iba a los rincones para comer.Molly y Paul Wassuna, los directores del orfanato, terminaron adoptándolo. Pero necesitaban ayuda, y recurrieron a Douglas Candland, un psicólogo estadounidense de la Universidad de Buckneell, Pennsylvania, considerado como una eminencia mundial en conducta animal. Candland creyó en la existencia de un Tarzán ugandés recién cuando estudió toda la documentación. Intrigado, viajó al Africa, donde se le unió Debbie Cox, directora de un albergue para animales salvajes en Uganda, experta en devolver a su hábitat a los monos cazados clandestinamente. El chico no terminaba nunca de adaptarse ni lograba hablar correctamente. Pero tenía muy buena voz, y se pensó que el canto podía ayudarlo a volver al mundo que había abandonado de pequeño. El último capítulo de la historia de John comenzó con su encuentro con Hillary Cook, una odontóloga de Sheffield (Gran Bretaña). Hillary estaba recorriendo Uganda, ofreciendo atención dental a uno de lospueblos más pobres del mundo. Cook colaboró en la organización de la gira británica del Coro de Niños La Perla del Africa (…) "John aún sigue hablando en voz baja -comenta la odontóloga-. Pero cuando canta, tiene una voz maravillosa". Este año, el chico volvió a reunirse con un grupo de monos. Candland y Cox quedaron atónitos: el chico sabía cómo comunicarse con los simios, y se encontraba a gusto con ellos. Los expertos decidieron entonces intentar descifrar el lenguaje que compartieron el hombre y el mono.

jueves, 6 de mayo de 2010

Yo jamás fui niño, de Fortunato Ramos

Mi sonrisa es seca y mi rostro es serio,
mis espaldas anchas, mis músculos duros,
mis manos partidas por el crudo frío,
sólo ocho años tengo, pero no soy niño.
Detrás mis ovejas ando por el cerro
y cargau mi leña bajo hasta mi puesto
a soplar el fuego, a mismiar mi soga,
y no tengo tiempo para ser un niño.
Los años caminan y todo es lo mismo,
moti, sal con lechi son mis caramelos
mi juguete un chivo o el perro ovejero
poco tiempo tengo, pero no soy niño.
Mi avión de juguete es un cuervo viejo,
mi camión, un burro de trotar muy lento;
mi amigo es el zorro que roba mis cabras
y es todo mi consuelo de poder ser niño.
Mi rostro es de viejo y mi andar de agüelo,
mis callos partidos por piedras del cerro,
mi poncho, rotoso por el fuerte viento,
todo eso me dice que no soy un niño.
¡Y no hay reyes magos,
no hay Día del Niño,
jamás tuve suerte
de poder ser niño!

sábado, 1 de mayo de 2010

Argentinos destacables

Fortunato Ramos, poeta, músico y maestro de Humahuaca

Quien haya visitado alguna vez la ciudad de Humahuaca (Jujuy), famosa por su imponente quebrada, se habrá topado con algo mucho más pequeño pero no por eso menos llamativo. Ni bien el viajero pone un pie en la plaza principal, una bandada de changuitos (niños humahuaqueños) lo rodean serviciales y lo apabullan con una ametralladora de preguntas (“¿De dónde viene? ¿Primera vez que viene a Humahuaca? ¿Le gusta?”) lo cual culmina, siempre, con la hermosamente ineludible: “¿quiere que le recite una copla?”. Ante la atónita aceptación del turista, el changuito recitará –como agua de manantial- los versos creados por un poeta local, Fortunato Ramos. Este ignoto vate jujeño, orgullo de Humahuaca, es un maestro rural, recitador, músico regional y labrador de la tierra. Así lo presenta la contratapa de su libro Costumbres, poemas y regionalismos (2003). De la mano del afamado charanguista Jaime Torres, Ramos ha recorrido el mundo entero para llevar su arte y nuestras costumbres a otros continentes. También el mundo del rock nacional, a través del grupo Divididos, le ha provisto un espacio para el desarrollo de su música ¿Usted lo conoce? Los niños de Humahuaca sí, y celebran su arte y nuestra tradición cada vez que, a cambio de una moneda o de unos caramelos, algún azorado turista lo posibilita a modo de mecenas. Y Ramos, como si fuera un agradecimiento más que un homenaje, escribe sobre estos changuitos, quienes quizás no sean nunca estudiantes universitarios, pero que son capaces de conmover hasta la última fibra del cuerpo de aquellos que escuchan salir de su boca versos como “Mi sonrisa es seca y mi rostro es serio / mis espaldas anchas, mis músculos duros / mis manos partidas por el crudo frío / sólo ocho años tengo, pero no soy niño”.