Al lector

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jueves, 19 de agosto de 2010

Curiosidades del arte 4, por PG

Leonardo da Vinci (1452-1519):

Hora de cenar

Una de las pinturas más famosas del artista nacido en la aldea toscana de Vinci (ciertamente, ese es el significado de lo que conocemos como su “apellido”) es La última cena. Esta es un fresco que se encuentra pintado en una pared del refectorio (salón comedor) del monasterio de Santa Maria delle Grazie en Milán. La recordada escena creada por Leonardo muestra a Jesús y a sus doce apóstoles durante la cena de pascua, más precisamente en el momento en que Cristo anuncia que uno de ellos pronto lo traicionará.
Hoy en día, el estado de conservación de la pintura no es óptimo debido a los materiales que utilizó Leonardo. El artista era un gran experimentador, lo que hoy en día llamamos un científico, y sus obras eran el “laboratorio” en donde probaba sus nuevas técnicas. El temple (pintura no al óleo) utilizado por Leonardo no es tan resistente al paso del tiempo y, por esta razón, este fresco de Da Vinci se deteriora con el paso del tiempo y necesita de constantes curaciones.
A principios de este nuevo siglo XXI, este fresco captó nuevamente la atención del público masivo gracias a una novela best-seller y su posterior adaptación al formato cinematográfico. Las teorías del novelista –quien no hace más que literatura, o sea ficción- propusieron el debate sobre temas concernientes a la religión católica y a la figura de su fundador, Jesucristo. Lo interesante, desde el punto de vista artístico, es que en el análisis que se realiza de la pintura de Leonardo en la novela, se toma como punto de partida una supuesta omisión del artista: da Vinci habría olvidado colocar vasos o copas sobre la mesa. A partir de esta equívoca afirmación como base, la novela edifica una teoría acerca de Cristo y María Magdalena que se torna sumamente débil ya que, si se observa atentamente la mesa vestida por un mantel blanco, se verán sobre ella algunos vasos de vidrio con un líquido rojizo (vino posiblemente) en su interior. Uno de ellos, por ejemplo, inmediatamente a la derecha de la mano izquierda de Cristo.
Otro detalle sobre esta obra, visible incluso en algunas reproducciones, puede observarse debajo de la mesa, en la parte central. Luego de que Leonardo pintara el fresco con sus comensales (nótese que es una imagen de personas comiendo realizada en un comedor), los monjes realizaron una abertura en el muro para colocar una puerta, justo debajo del trabajo de da Vinci. Puede resultar increíble para nosotros que se dañara así una parte, por más pequeña que sea, de la obra del maestro italiano. Por lo tanto, las extrañas líneas y marcas que el espectador atento observa debajo de la mesa no son más que el dintel de la puerta antes mencionada. Para quienes tuvieron el placer de contemplar en directo el fresco, el asombro de una antigua puerta en ese lugar es, tal vez, aún mayor.

Curiosidades del arte 3, por PG

Miguel Ángel Buonarotti: un artista completo

El escultor que pinta
Cuando el papa Julio II pensó en alguien que pintara la bóveda de la capilla Sixtina (Vaticano) no pudo sino poner sus ojos en Miguel Ángel, a quien tiempo atrás había encargado que realizara un grupo escultórico de varias figuras para la propia tumba papal. Pero, a pesar de tamaño encargo que gustaba sobremanera al artista, el pontífice pensó que el techo de la capilla Sixtina (utilizada, por ejemplo, para reunir al cónclave) era una tarea prioritaria.
Miguel Ángel fue notificado por el propio Julio II del cambio de planes: la idea era que el artista pintara las figuras de los doce apóstoles de Cristo en la amplia bóveda del templo. Buonarotti se enfureció por este cambio y pidió al papa que lo dispensara de tal tarea, argumentando que lo suyo eran las esculturas y no los frescos. El obstinado pontífice (tan famosamente testarudo como el artista) se negó a cambiar de planes y obligó contractualmente a Miguel Ángel a realizar la obra. Buonarotti firmó el contrato (el cual, dicho sea de paso, no cobró en tiempo y forma) como “Miguel Ángel, el escultor”...
De "yapa", aquí dejamos un poema esculpido por la pluma de Buonarotti:

No espere –afirma el pueblo- recompensa
el hombre que mal obra o que mal piensa.
Mucho sufrí contigo y muy mal hice
privándome de mí cuando te quise.
No aspiro a ser fénix que a la intensa
llama vuelve: mi edad bien me lo dice.
Pero gozo mi pena y mi extravío:
soy más de mí con vos, que siendo mío.

Extraído de la sección correo sentimental , consejos de José María

Estimado José María,
Espero que usted pueda ayudarme. El otro día, salí de casa para mi trabajo, dejando a mi marido que miraba televisión.
No había recorrido un kilómetro de distancia , cuando el motor del auto se detuvo sin que hubiera manera de que volviera a arrancar. Decidí entonces volver a casa caminando para pedirle ayuda a mi marido.
Al entrar a casa, no podía creer lo que veían mis ojos ¡MI MARIDO, EN NUESTRO DORMITORIO, CON LA HIJA DE NUESTROS VECINOS!
Tengo 36 años, mi marido tiene 40 y la hija de nuestros vecinos 21. Estamos casados desde hace 10 años. A mi me vino un ataque de cólera y él, abatido y en sollozos, me confesó que tenían una relación desde hacía seis meses. No obstante ello, él se niega a acompañarme a ver un psicólogo consejero conyugal. Estoy completamente destruida y necesito con urgencia su consejo.
¿Podrá usted ayudarme?
Isabel

Querida Isabel,
Hay muchísimas razones por las cuales el motor de un vehículo puede detenerse después de haber recorrido una corta distancia. Comience por verificar si la manguera por la que llega la nafta no está obstruída. Si no fuera el caso, verifique el funcionamiento de la bomba de nafta y los cables de la bobina. Si esto no resuelve la falla, habrá entonces probablemente que cambiar la bomba de nafta misma que, por lo que a mí me parece, puede no estar proporcionando a los inyectores la suficiente presión.
Espero haberle sido útil.
José María

lunes, 16 de agosto de 2010

Curiosidades del arte 2, por PG

James Joyce (1882-1941)

Ulises y la novelística moderna

La novela Ulises es, quizás, no solamente la obra cumbre de este autor irlandés sino también la novela máxima del siglo XX. Tal suposición nace de su significación para el mundo literario. Así como El Quijote cervantino es, para algunos críticos, la inauguración de la novela moderna, el Ulises de Joyce (de 1922) es también una bisagra literaria: se ha transformado en un antes y un después en la manera de escribir la narrativa.
Otra coincidencia que puede mencionarse entre los autores es el hecho de que tanto Joyce como Cervantes se encontraban, al momento de la publicación de sus novelas, en un estado económico deplorable. Una escritora amiga de Joyce, Sylvia Beach, fue quien proveyó el dinero para la primera publicación de la obra capital del autor irlandés. A esta singular editora debe Ulises no solamente su paso por la imprenta, sino también su cruce al otro lado del Atlántico. La novela de Joyce había sido declarada en los Estados Unidos como una obra obscena e ininteligible, y por este motivo el primer envío de copias a Norteamérica fue confiscado. Beach no se dejó amedrentar por esto y continuó los envíos del Ulises oculto por tapas de las obras completas de Shakespeare.
El Ulises de Joyce narra los hechos acontecidos en Dublín a Leopold Bloom y a Stephen Dedalus el 16 de junio de 1904. Un día cualquiera… O no tanto. Joyce eligió esa fecha debido a que fue el día en que, por primera vez, se encontró con Nora Barnacle, quien más tarde fuera su pareja. Bloom y Dédalus son personajes autobiográficos, reflejo dual de la personalidad del autor: el primero representa al viejo Joyce; el segundo, al joven.
Dos curiosidades en relación a los personajes:
A Leopold Bloom debemos el Bloomsday: todos los 16 de junio, quienes honran la memoria de Joyce se reúnen a celebrar esta fecha, generalmente con una buena cerveza irlandesa de por medio.
Con respecto al joven Stephen, se pueden destacar dos cosas. La primera es que este no es un personaje nuevo sino que pertenece a otro libro del autor: “El retrato del artista adolescente” (A portrait as a young man artist). Al final de esta excelente novela, Joyce hace viajar a Stephen hacia Dublín, ciudad en donde, como arriba se dijo, transcurren las escuetas acciones del Ulises. El joven Dédalus es, por lo tanto, una suerte de puente entre ambas novelas. La segunda cuestión a destacar es el significado de su apellido. Dédalo es, en la mitología griega, el creador –entre otras cosas- del laberinto que encerró al Minotauro hasta su muerte en manos del héroe Teseo. A lo largo de la novela joyceana, Stephen es un estudiante adolescente con aspiraciones a escritor que se busca a sí mismo y a su capacidad de comprender y crear el arte. Esta búsqueda es un derrotero intrincado, laberíntico para un muchacho, como muchos jóvenes de su edad, confundido, avergonzado de su familia y demás cuestiones que lo hacen deambular por los inciertos pasillos de su vida. He ahí la relación del apellido de Stephen con el inventor griego.
Temiendo caer en una obviedad, resulta casi imperiosa una comparación más entre el Ulises y su obligado intertexto. Ulises (Odiseo), como posiblemente sepa el lector, es el héroe de La Odisea, obra épica atribuida a Homero. No es casual que este personaje diera nombre a la novela de Joyce, ya que también el héroe griego sufre un largo camino a casa (la isla Ítaca, su tierra natal) tras la caída de Troya. El Ulises homérico deberá deambular perdido en los laberínticos mares durante diez años antes de llegar al encuentro de Penélope, su amada y paciente esposa.
Por todo esto puede decirse que las novelas de Joyce –como tantas otras dentro del apasionante mundo de la literatura- están plagadas de signos que remiten a otras obras literarias, a otros personajes, a la vida misma…

Curiosidades del arte 1, por PG

Arthur Conan Doyle (¿o Sherlock Holmes?)

Elemental, mi querido lector

Todo aquel que conozca la aplomada figura del célebre detective inglés Sherlock Holmes recordará, seguramente, una de sus frases más famosas: “elemental, mi querido Watson”. Dirigida a su no menos conocido y respetado ayudante, el doctor en medicina John H. Watson, la cita encierra nuestra primera curiosidad: Holmes no pronuncia dicha frase en ninguna de las obras escritas por Arthur Conan Doyle: la misma es, como tantos otros ríos que corren paralelos al de la literatura, un invento del cine de Hollywood.

Holmes, Watson y el 221 B de Baker Street

El primer texto de Conan Doyle que presenta a sus más famosos personajes es la novela titulada A Study in Scarlet -“Estudio en escarlata”- de 1887. El título hace referencia a que Holmes y su reciente compañero Watson deberán seguir la pista del delito a partir de un rastro de sangre: un “estudio”, entonces, en rojo escarlata.
Esta novela posee como narrador al propio Watson, lo cual será una constante en el resto de los relatos policiales de Conan Doyle. John Watson relata las vicisitudes de su vuelta a la vida en la ciudad tras estar en la guerra en calidad de médico del quinto regimiento de fusileros del ejército inglés. Producto de los combates en Afganistán, su hombro es alcanzado por una bala en la batalla de Maiwant. Esta herida será su boleto de retorno a la capital inglesa.
Una vez en Londres, y luego de despilfarrar unas cuantas libras en la buena vida, cosa que haría cualquiera de nosotros, Watson buscará un compañero de vivienda para economizar sus gastos, lo que también realizaríamos muchos de nosotros... Un tal Stamford le presentará nada menos que a Sherlock Holmes, quien convidará al médico a visitar una vivienda que se anuncia disponible en la calle Baker.
En este punto hay dos curiosidades para destacar. El primero es el tristemente célebre caso del joven Stamford: fue él quien unió a, quizás, la más famosa y fructífera pareja de detectives ingleses y esto ha sido olvidado por la mayoría de los admiradores del género. El segundo dato a destacar es que esos aposentos que Holmes ofrece ver a Watson (221B de Baker Street) serán uno de los domicilios más famosos de la literatura. Y algo más.
Desde el año 1932 (y hasta hace muy poco) funcionó en la famosa dirección un banco, el Abbey Nacional Bank. A esta entidad le llueven cartas dirigidas al Sr. Sherlock Holmes para que este resuelva algunos misterios que se les presentan a quienes escriben. Desde allí, una secretaria ficticia responde los mensajes alegando que, por el momento, el detective se encuentra retirado de la actividad en la localidad de Sussex. En 1999, Abbey National colaboró con la creación de una gran escultura de bronce del detective, ubicada hoy en la entrada de la estación Baker Street del subterráneo londinense.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Frase de actualidad

"Los grandes hombres hablan sobre ideas, los hombres promedio hablan sobre cosas, y los hombres pequeños hablan sobre ... otros hombres".

Piensen sobre qué cosas habla cada persona que trabaja en los medios de comunicación, cada compañero de trabajo y, por qué no, sobre qué hablamos cada uno de nosotros cotidianamente...